Para ello antes debemos hablar de varios conceptos como la gentrificación.

La gentrificación es un proceso de transformación urbana donde ciertas zonas experimentan cambios socioeconómicos. Este fenómeno implica mejoras en la infraestructura y desarrollo inmobiliario, pero a menudo suele llevar al desplazamiento de los residentes debido al aumento de los costos de vida. Aunque puede mejorar la estética, calidad de vida y servicios urbanos, también genera pérdida de identidad cultural y tensiones sociales, siendo un tema polémico y complejo en la planificación urbana. Llevado al contexto gastronómico, esta transformación se traslada a la infinidad de ofertas gastronómicas que invaden estas zonas urbanas impulsando el desarrollo, pero también conlleva riesgos de desplazamientos de servicios o comercios locales y a la pérdida de autenticidad culinaria.

La gentrificación gastronómica en ciudades con una importante industria turística, como Valencia, no solo redefine la oferta culinaria, sino que también se manifiesta en transformaciones visuales y espaciales, donde el diseño juega un papel importante. En este proceso, las ciudades, que reciben el doble impacto del turismo y de los procesos gentrificadores, se encuentran inmersas en una dinámica donde la estética y la planificación urbana son protagonistas.

En este contexto, el diseño de los espacios gastronómicos tiene la potencialidad de convertirse en una herramienta clave con el objetivo de atraer a un determinado público. Al igual pasa con la identidad visual, tanto en establecimientos como en su presencia en medios y redes sociales, que se convierte en un elemento de marketing crucial, ya que todo forma parte de la propia experiencia
gastronómica.

La pregunta fundamental se convierte entonces: ¿cómo el diseño puede equilibrar el fomento del turismo gastronómico con la preservación de la autenticidad culinaria en Valencia?